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VIVENCIAS
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Hacer de tripas corazón.

Por Orestes Perdomo 

Un frío enero de 1970 me encontraba ingresado en un hospital militar a unos 160 Km. de mi hogar (días antes había sufrido un accidente automovilístico en un jeep militar donde viajaba). Tenia una gran herida en la cabeza que me habían curado y me dejaron en el hospital hasta nuevo aviso.
Se aproximaba el fin de semana -uno muy importante para mi-, pues ese próximo sábado se celebrarían las competencias provinciales de aeromodelismo (vcc) en mi provincia de residencia en Cuba; la cabeza ya no me dolía, pero si y mucho, el no poder asistir al evento.
 

Llegó el viernes y no podía conformarme con quedarme allí, en el hospital, acostado en una cama mientras todos mis amigos se divertían. Me habían negado el permiso para trasladarme a mi pueblo, pero yo sabía que durante los fines de semana la mayoría del personal del hospital no venia a trabajar (solo los de guardia), así que me puse a planear una escapatoria de solo dos días.
Nada fácil, el hospital se encontraba en el medio de la nada, rodeado de campos de caña de azúcar y el poblado mas cercano a unos 5 Km. desde el cual podría conseguir viajar a la ciudad mas cercana para conseguir transportarme por carretera o por tren hasta mi pueblo, distante mas de cien km.
 

También debía pensar en las consecuencias de mis actos: si me atrapaba la policía militar (PM) -fugado sin permiso-, podían darme hasta 5 años de cárcel, y solo me faltaban 6 meses para terminar mis tres años de servicio militar obligatorio.
No tenia ropa de civil, solo el mandatorio uniforme verde oliva (jamás volví a vestir de verde de ningún tipo) así que a pesar de saber que podía escapar, asistir al evento y estar de regreso el domingo por la noche, antes de que todo el personal del hospital regresara a sus labores el lunes, dudaba y temía.
 


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Con mi modelo Super Master y trofeo obtenido

Cuando llegó la noche y "todos los gatos fueron negros" mis dudas se disiparon, agarré mi abrigo militar, también verde, a escondidas salí del hospital y caminé los 5 Km. a toda velocidad: tenia 19 anos, media 6 pies de estatura y solo pesaba 110 libras de huesos y músculos, algo así como una flecha. En el caserío conseguí que un camión me llevara los próximos 20 Km. hasta la ciudad de Ciego de Ávila, donde vería como recorrer el resto de la distancia a mi casa. 

Alrededor de las 8 PM de esa fría noche arribé a dicha ciudad, me enteré que el tren, al que llamábamos "El Lechero" porque paraba en todos los pueblos, estaba retrasado y no arribaría hasta las 9.30 de esa noche, así que me fui a la carretera a pedir "botella" (esperar a que alguien te lleve), pero en esos años el transporte en Cuba era una pesadilla por lo que un recorrido de solo 100 Km. podía convertirse en un viaje de días.
Antes de las 9.30 regresé a la estación de trenes donde chicos como yo, vestidos de verde oliva por todas partes; civiles al por mayor, todos tratando de agarrar ese tren (ultima oportunidad por esa noche de ir a alguna parte), y ni decir, policía militar -también en grandes cantidades-, tratando de atrapar a los que como yo, no podían estar allí.
 


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En el Mundial de F2B en Utrech, Holanda, en 1976

De más está decir que no había venta de tickets para el viaje, todo estaba vendido, pero todos trataríamos de viajar sea como fuese. Yo me mantuve alejado de las luces, como escondido al otro lado de las vías.
Finalmente llego el "lechero" con gente por todos lados, los vagones llenos inclusive los pasillos y hasta los descansillos entre vagón y vagón. Los PM al lado de las subidas y bajadas de los pasajeros, algunos bajaron, y otros rápidamente ocuparon esos lugares. Sonó el silbato y el tren comenzó a rodar lentamente, !diablos¡, me dije, no te puedes quedar aquí, de la parte donde me encontraba no había nadie, solo yo, comencé a correr, me prendí con las manos de una escalerilla lateral de uno de los vagones y por ella trepé al techo del vagón.
El tren tomaba velocidad y no podía quedarme sentado pues seria muy peligroso, así que busqué a tientas un punto de apoyo de las entradas de aire al interior de los vagones y me acosté boca abajo agarrándome con ambas manos a esos puntos con las piernas abiertas para mantener el equilibrio.
 

Así viajé 60 Km.. El frío cortaba y todo el hollín de la locomotora me daba en la cara, pero estaba en camino de cumplir mi objetivo a toda costa. En la próxima parada, 60 Km. después, me senté sobre el vagón.
Ese era un pequeño pueblo, sin unidades militares, no estaba cuidado por los PM, pero si por los guardavías, y uno de ellos me vió y me gritó, !BAJATE DE ALLI MUCHACHO, ESTAS LOCO, TE VAS A MATAR¡. Jodió tanto que tuve que bajarme del techo, total no había ningún chance de que continuara mi viaje en otra parte, así que cuando el tren comenzó a rodar de nuevo volví a treparme al techo y allí viajé el resto del camino hasta mi pueblo.
 

Llegué a mi pueblo alrededor de media noche, mis padres no me esperaban y estaban durmiendo. Se asustaron cuando toqué a la puerta, pero más se asustaron cuando me vieron negro de arriba a abajo. Después que pasó el susto vino la preocupación, pero lo que yo quería era un baño y dormir para estar listo al día siguiente para el evento.
A la mañana siguiente fui a ver a uno de mis amigos de vuelos y me dijo que la competencia sería el domingo, no ese sábado como yo pensaba: más problemas pues no tendría tiempo de estar de regreso en el hospital antes de que se percataran de mi ausencia, pero primero es lo primero.
 

Fui ese día con mis amigos a practicar mi modalidad de VCC de acrobacia y al día siguiente nos pasaron a recoger en un bus que venía de pueblo en pueblo para llevar a todos los participantes al evento provincial que reunía normalmente -solo en mi modalidad-, unos 10 a 15 competidores. Yo gozaba de mucha fama ya en esa época y estaba entre el grupo de los mejores pilotos, no solo a nivel provincial, sino también a nivel nacional.
El evento transcurrió sin problemas y como todos esperaban, incluyéndome, resulté vencedor obteniendo el primer lugar.
 


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Con mi amigo Enrique Diez

Un evento de VCC donde se compite en las cuatro grandes modalidades, acrobacia, velocidad, carreras por equipo y combate, realizado en un solo día, ocupa por regla general hasta el anochecer, así que ese domingo no pude regresar al hospital, pero el lunes en la mañana mi padre decidió acompañarme de regreso y también que llevásemos la medalla ganada en el evento, para que ayudara a ganar el perdón por la deserción.
Así, después de casi todo el día viajando, llegamos al hospital. Enseguida me dijeron que me buscaban y nos presentamos en la oficina frente al capitán en jefe de la unidad hospitalaria. Mi padre habló primero explicándole al militar las razones de mi ausencia sin permiso y mostrándole la medalla y finalmente le dijo: “
él no se escapó para vernos, tampoco para irse de fiesta, desde que era un niño el aeromodelismo ha sido parte de su vida y solo fue a ganarse esta medalla, la cual él se merece”.
Entonces el oficial despidió a mi padre sin aparente molestia y cuando nos quedamos solos me dijo: “
te voy a disculpar, muy pocos saben de tu escapatoria y será mejor que continúe así, no regresaras a tu unidad militar original, miré tus records y solo te quedan 6 meses, también ví que trabajabas de electricista, el teniente en jefe de la unidad de reparaciones automotrices de Morón -que esta dentro de la ciudad-, necesita un electricista, ¿quieres trabajar hasta que te licencies en ese lugar?”, le contesté que con gusto lo haría y le agradecí su trato para conmigo y mi padre.
Al día siguiente vino por mi un vehiculo militar que me llevó al lugar donde terminé mi mandatorio servicio y donde de paso sembré la semilla del aeromodelismo, pues nadie lo conocía, y al cual regresé constantemente después de mi licenciamiento por los amigos que dejé, y donde conocí también a la que es mi esposa. 

Hay ocasiones en la vida en que no queda otra que hacer de "tripas corazón", y hoy, mas de 40 años después, pienso que si no hubiese tomado las desiciones de ese día quizás mi vida no sería igual y difícilmente sería mejor, y también me puedo jactar de que he viajado en todos los medios de transporte, inclusive alguna vez, sobre el techo de alguno de ellos.


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Hoy, con mi modelo Sukhoi (motorización eléctrica)