Así comenzó  ... 
					    Miguel Poduje Varas 
					    Santiago	de	Chile	-	Chile	  
					  
					    Así Comencé  …    Miguel Poduje
  Mis primeros  recuerdos que tengo desde niño están ligados al U-Control. Mi padre era  aeromodelista desde antes que yo naciera, por lo tanto desde muy pequeño veía  modelos y amigos de mi papá trabajando en ellos. Lógicamente no tenía acceso a  ellos, pero la puerta del taller era para mí algo mágico, sabía que ahí dentro  había un mundo que no se me estaba permitido pero cada vez que podía trataba de  entrar o dar una mirada desde afuera.
  Como mi padre pertenecía  a la Fuerza Aérea  de Chile, los aviones eran algo muy normal para mí. Siempre estaba en contacto  con las anécdotas de mi papá y sus amigos, quienes contaban historias de vuelos  problemáticos, aterrizajes extremos y un sinfín   de anécdotas que yo iba escuchando y aprendiendo. 
  Volar para mí  era como de rutina, mi padre me llevaba a cada festival aéreo que había y yo  era conocido  dentro de ese círculo, por  lo tanto a cada momento me invitaban a subirme a algún avión para dar una  vuelta.  A mí no me gustaba mucho puesto  que tengo muchos recuerdos de aburridos vuelos sentado en la cabina, donde por  ser tan pequeño, no veía absolutamente nada, ya que mi cabeza no alcanzaba las  ventanas y para mi volar era solo ver instrumentos y luces que se prendían y  apagaban.
  Mis padres se divorciaron  y nosotros (los hermanos y mamá) nos fuimos a vivir a Quito, Ecuador, pero aun  mi mente circulaba en torno de la aviación y el aeromodelismo. Un día mi madre me  llevo a su oficina y paseando por ahí entro a una sala donde había dos personas  frente a un tablero de dibujo, le di una mirada y les dije. “Ese es un Stuka”,  los dos tipos se dieron vuelta y se debieron haber sorprendido al ver un niño  de 7 años que les identificaba el plano que tenían al frente, mas fue su  sorpresa cuando al dar una mirada más fina al plano, identifico claramente el  balancín  y les digo, “Es un  U-Control”.  
  Una de estas dos  personas era de apellido Lucares y después de eso me invito a hacerme socio del  club de aeromodelos de Quito. Recuerdo que la inscripción costaba 20 sucres,  que mi madre me dio y partí a la reunión. Gran fue mi asombro cuando me dicen  que con la inscripción el club me daba un regalo de iniciación y este constaba  de una caja  muy grande de madera balsa  de todas las medidas, papel japonés y un juego de herramientas.
					    
					    
					      Esos años  gracias a la ayuda de muchos de los socios del club Ecuatoriano, construí  muchos modelos de vuelo libre, aprendí a entelar con papel y dope y mi afición  eran los modelos tipo P-30 o peanuts. 
					      Cuando cumplí 10  años, volvimos a Chile, yo con mucha pena de dejar a mis amigos del  aeromodelismo Ecuatoriano, que siempre me ayudaron y me enseñaban nuevas  técnicas, pero en Chile venia otra etapa que en silencio siempre estaba ahí  presente: los motores.
					      Mi padre me  invitó a pasar unos días con él a la   Ciudad de Concepción,   hogar de los aviones de extinción de incendios.  Yo quede maravillado de esos gigantes PBY  Catalinas, que los llamaban Cansos y volar en ellos ya no era aburrido, mirar  hacia arriba a través de plexy y ver esos dos motores funcionando a pleno me  dejaron maravillado, los motores me llamaban y estaba cercano a dar mi  siguiente paso en el aeromodelismo.
					    
                          
					    Antes de volver  a Santiago, mi padre, al ver algunos de mis modelos a goma, me regalo una caja,  que contenía un Cox Baby Bee, una lata de combustible, y un Li’l Wizard  que estaba pintado prolijamente como en la  foto de la caja y todos los accesorios necesarios para volarlo. 
  Llegando a casa,  comenzamos con mi hermano la tarea de ponerlo en vuelo y lógicamente teníamos  que aprender a hacerlo solos.  Aprender a  volar ese modelo y todo lo que vino después podría ser parte de un libro, por  ahora solo para contar el comienzo, les puedo decir que el Wizard vivió muchos  años, aprendimos a volar y continuamos hacia adelante, siempre con mi hermano y  aplicando lo que había aprendido de los modelos peanuts.  Hasta el día de hoy, aún conservo ese viejo  Cox y de vez en cuando, me doy el gusto de ponerlo en marcha y volar un rato un  nuevo Wizard que está en mi taller.
					    
                          