Durante un concurso
de acrobacia a principios de los 60’s tuve oportunidad de ver un
modelo que me llamó mucho la atención. No por el modelo en sí, que
era un conocido “Nobler”, sino por la decoración del mismo, ya que a
pesar de ser todas líneas rectas, era de una elevada complejidad y
revelaba inmediatamente que el trabajo de pintura había insumido
muchas horas.
En un primer momento me pareció que era un motivo escocés, entonces
me acerqué para observarlo bien y vi que no era exactamente así,
solo algo parecido, también me enteré que el autor de la obra era
Pedro Favale, piloto de primera línea en aquellos años y me hubiera
gustado levantarlo del suelo para mirar sus detalles más
detenidamente. No obstante deseché la idea de inmediato dado que
alrededor del mismo se estaban desarrollando las actividades
habituales en cualquier concurso y no me pareció oportuno molestar y
entonces me quedé con las ganas, sin saber que aunque pasarían
muchos años, iba a tener la satisfacción de tenerlo entre mis manos.
El modelo estaba perfectamente construido, como todos los de Pedro,
y el impecable trabajo de pintura revelaba la extraordinaria
capacidad de su autor. Por supuesto que se hizo famoso en el
ambiente y fue bautizado “El mantel” por recordar su dibujo a los
diseños por entonces habituales del elemento que engalanaba las
mesas de los comedores hogareños. Posteriormente, charlando con mis
amigos (yo pertenecía al C. A. Ciudadela) me enteré que Pedro y sus
allegados solían registrar el tiempo neto que les llevaba la
construcción de cada modelo, y él en particular tenía un “reloj de
control” con el cual “marcaba tarjeta” al inicio y al fin de cada
período de trabajo en sus modelos. Para los que no conocieron ese
sistema de control, cabe aclarar que en aquellos años en la gran
mayoría de los lugares de trabajo existía un dispositivo de este
tipo en la puerta de entrada, y cada empleado tenía asignado un
tarjetón de cartulina con su nombre, que introducía en una ranura de
ese reloj al entrar y salir del trabajo, y el aparato dejaba impresa
en el tarjetón la hora de entrada y de salida.
Muchos años más tarde trabé amistad con Pedro y en oportunidad de
realizar el reportaje publicado en su momento en “El Aeromodelista”,
saqué el tema a colación. Entonces Pedro con una sonrisa me dijo que
la realidad había sido bastante distinta. El “reloj de control”
jamás existió y ellos no llevaban un minucioso registro de los
tiempos que le dedicaban a sus modelos, solo una idea global del
tiempo empleado (tal como algunas veces hacemos todos), y la única
vez que él había registrado los tiempos en detalle había sido
precisamente con ese modelo, pero solo durante la etapa de pintura y
decoración, ya que como sabía de antemano que invertiría mucho
tiempo en eso, quería saber concretamente al finalizar, cuantas
horas de trabajo le había consumido. Él me mencionó en ese momento
la cantidad de horas, pero lamentablemente no registré el dato ya
que esa fue una conversación aparte y el tema no formaba parte del
reportaje.
Lo que sí quedó probado en esa oportunidad fue como, a partir de una
pequeña porción de verdad se va formando una “bola de nieve” que
magnifica y deforma los hechos, que suelen de esta manera pasar a la
historia bastante distintos de la realidad… Por su parte “El mantel”
pasó a integrar (cuando la misma fue inaugurada, en 2007) la
Exposición Permanente de Aeromodelismo, ubicada en el Museo Nacional
de Aeronáutica, en la localidad de Morón (Pcia. de Bs. Aires).
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El autor se da un gusto… cuarentaitantos años
después! |
Ha sido necesario realizarle alguna
reparación en el entelado de las alas. Se notan partes de
las líneas blancas que no tienen el envejecimiento de los
años. |
Si bien el hecho no es relevante, se señala
que las ruedas colocadas actualmente no son las originales. |
Cuando se lo instaló en el Museo fue colgado
en posición invertida, para exponer mejor el trabajo
realizado por Pedro Favale. |
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